Manifiesto del Congreso del PRT.
Contra las reformas estructurales neoliberales.
Por la unidad del movimiento social por una salida popular
Por la reorganización del PRT y el reagrupamiento de la izquierda anticapitalista
Coincidiendo con las jornadas de las mayores e importantes movilizaciones contra las políticas privatizadoras, antipopulares y neoliberales del gobierno de Vicente Fox y sus amigos, se realizó el XI Congreso Nacional del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) el 5 y 6 de diciembre de 2003.
El entusiasmo, optimismo y ánimos que ofrecen los nuevos vientos de lucha y resistencia habrían de marcar los trabajos del Congreso Nacional del PRT convocado bajo el lema de "Por la reorganización del PRT en el proceso de reagrupamiento de la izquierda anticapitalista", pues es en ese clima de crecimiento de la resistencia masiva y popular al neoliberalismo que las tareas partidarias planteadas tienen posibilidades de éxito.
El Congreso constató que hay dos elementos de la realidad actual que le dan viabilidad a sus propósitos de reorganización partidaria e impulso al reagrupamiento de la izquierda anticapitalista: en primer lugar, precisamente, el hecho de que hay un crecimiento de la resistencia y en segundo lugar el desgaste y desprestigio del pensamiento y acción políticas hegemónicas en la izquierda estos años marcado por el electoralismo, el clientelismo y en general la adaptación a la institucionalidad que se suponía la izquierda pretendía sustituir.
Lo más importante, sin duda, es el crecimiento de la resistencia contra el neoliberalismo. Es lo que ofrece las mayores posibilidades a las tareas políticas y al mismo tiempo lo que muestra la urgencia de acometerlas.
El crecimiento de la resistencia
Las movilizaciones y caravanas que construyeron la megamarcha del 27 de noviembre son el ejemplo y paradigma de las posibilidades abiertas. La derrota legislativa de los planes de Fox y la división del PRI no se explican como simples divisiones palaciegas, luchas de intereses mezquinos, oportunismos o traiciones, sin la gran movilización popular y sindical que se ha opuesto a esos planes. Es la movilización y resistencia las que han obligado a definiciones a los diversos actores del poder y a respuestas distintas, oportunistas, acomodaticias o a la expresión de reales diferencias sobre el curso del país.
El neoliberalismo no es visto ya como inevitable. Su descrédito crece. La resistencia aumenta y ha originado divisiones en el poder. Ejemplo de lo anterior es la división en el seno del PRI y su repercusión a nivel sindical. El histórico control y sujeción de los sindicatos por parte del PRI en esta coyuntura empieza resquebrajarse. Se abren brechas para la recuperación de la independencia política de los trabajadores, aun cuando todavía este debilitamiento de los controles sindicales ocurran en el marco de la división interpriísta.
Por lo pronto las divisiones en el poder han fortalecido el frente de resistencia y oposición a la política privatizadora en el sector energético. Senadores priístas, como Manuel Bartlett o gobernadores como José Murat, marchan y se pronuncian junto a Cuauhtémoc Cárdenas contra la privatización de la energía eléctrica o de la industria petrolera. Pero más allá del amarillismo mediático alrededor de estos personajes, se trata de un frente alrededor de sindicatos como el electricista, el telefonista o de los trabajadores del Seguro Social que son la fuerza principal de esta resistencia. Este frente puede estabilizarse y cohesionarse con un proyecto alternativo al de los neoliberales del gobierno de Fox y de los tres partidos. Un frente que ya mostró el 27 de noviembre sus potencialidades y que ante la amenaza de la imposición de las llamadas reformas estructurales ha empezado a discutir la necesidad de radicalizar medidas de resistencia como es la realización de un paro nacional. La primera derrota de Fox en el Legislativo es, como él mismo dice, el primer round. El riesgo permanece y por tanto la posibilidad de aumentar la resistencia por medio de un paro nacional que apunte a una huelga, aunque ahora tome la forma más bien de paro cívico nacional y movilización simultánea de protesta. Un paso necesario es la consolidación del Frente Obrero Campesino y Popular que emerge de estas movilizaciones.
EL Congreso del PRT ha reafirmado su compromiso con la resistencia antineoliberal, con un programa por el empleo formal, contra la privatizaciones del sector energético, de la salud y la cultura, por una reforma fiscal que grave al capital y no una supuesta política fiscal igualitaria en una sociedad de desiguales que grava el consumo de alimentos, medicinas y libros, un programa contra el ALCA y el TLC vigente y por la moratoria del pago de la deuda externa y los programa de salvamento bancarios para poder obtener recursos para el desarrollo del país. En el seno de la resistencia contra el neoliberalismo, que necesariamente debe ser muy amplia, se decantarán y surgirán también las corrientes de la izquierda anticapitalista.
Al mismo tiempo que la resistencia crece se hace evidente también la ausencia de una dirección política y la falta de alternativas políticas de conjunto. Esto tiene que ver precisamente con el tema central del Congreso del PRT relativo a la crisis de la izquierda y sus perspectivas.
El adaptacionismo de la izquierda legal.
Desde hace más de una década se convirtió en hegemónico en la izquierda un pensamiento marcado por la prioridad -y al final exclusividad- de la participación electoral buscando primero, el respeto al voto y luego la alternancia en el gobierno a como diera lugar. El programa de la revolución democrática centrado exclusivamente en el respeto a la participación electoral y la alternancia ha convertido a la mayor parte de la izquierda con reconocimiento legal en parte funcional del sistema que se pretendía transformar. Esta adaptación a la institucionalidad vigente es un fenómeno no exclusivo de la izquierda en México como lamentablemente lo constatamos en otras regiones del mundo e incluso en Latinoamérica en casos tan graves y preocupantes como el del PT de Brasil. Por eso no puede entenderse con explicaciones vulgares limitadas a la conducta personal de determinados dirigentes, aunque exista esa adaptación también en el terreno individual. Tiene que ver con las limitaciones programáticas y el carácter mismo de la izquierda legalizada y esa adaptación a la institucionalidad vigente en aras a la preocupación central por la "gobernabilidad". No es que los éxitos electorales sean en sí mismo veneno para la izquierda, pero lo son cuando el programa abandona la perspectiva de la ruptura democrática con el sistema y por tanto la prioridad es demostrar gobernabilidad y estabilidad aunque eso implique abandono o posposición indefinida del programa de transformación social y por tanto conciliación con las clases en el poder y mantenimiento del statu quo. Esta adaptación programática está en el origen de las deformaciones y degeneraciones reflejadas en el electoralismo, el corporativismo, el clientelismo, la corrupción, la búsqueda permanente de candidaturas, puestos y cargos de elección popular a como de lugar, sin importar programas, alianzas o tipo de aliados. Al mismo tiempo esta evolución va siendo consolidada materialmente con el surgimiento de una capa de funcionarios, empleados y ayudantes en el gobierno, las cámaras y las estructuras partidarias que solidifican un pensamiento conservador e inmovilista.
La hegemonía de este pensamiento y formas de acción política parece haber iniciado ya su crisis. Un ciclo de varios años parece iniciar su cierre. El descontento, insatisfacción y frustración de muchos militantes en búsqueda de explicaciones y alternativas de izquierda se alimentó también paradójicamente con los últimos resultados electorales. La abstención de más del 59% en la votación del 6 de julio del 2003, así como la baja en la votación de partidos como el PRI y el PRD y el estancamiento del PAN, han mostrado el creciente descrédito de los partidos actualmente reconocidos, del sistema electoral vigente e incluso la inutilidad pragmática de giros derechistas del PRD como fueron sus alianzas y postulaciones de candidatos provenientes del priísmo y del salinismo.
Ante el tamaño de la crisis, que se expresa también en divisiones en los tres viejos partidos del sistema, y el crecimiento del descrédito en los partidos y la participación electoral, el PRI, PAN y PRD quieren mantener el monopolio de la participación político-electoral, aunque ellos mismos representen ya a una minoría del electorado. Para ello preparan una nueva reforma al de por sí inequitativo código electoral para hacerlo más restrictivo e impedir el reconocimiento legal de nuevos partidos. Alegarán, seguramente, que lo hacen para combatir el uso desmedido de dinero en las elecciones y por partidos-negocios, olvidando que los mayores escándalos en este terreno se ubican en casos como el PEMEX-gate y los Amigos de Fox, casos por los cuales recibieron meras sanciones simbólicas.
La crítica al desacreditado sistema electoral de partidos, a los partidos reconocidos y sus prácticas clientelares y oportunistas no nos lleva, sin embargo, al extremo opuesto de renunciar a la política, a la lucha política y a la creación de organización partidaria.
Hay otra izquierda.
Insistimos que otra izquierda es necesaria. Es necesaria la expresión fuerte, nacional y política de otra izquierda que firme en sus principios, no se aleja de la lucha de masas y las necesidades sociales de la gente, que muestra que es posible otra forma de hacer política, otra propuesta política y otro tipo de partido político. La crítica de los oportunistas a los que consideran dogmáticos, arcaicos, sin "vocación de poder", sin "cultura de gobierno", sin capacidad para hacer "política realista", con "vocación por la marginalidad" por renunciar a los "espacios de decisión", en realidad es una crítica para frecuentemente justificar cualquier bandazo acomodaticio, la falta de ética política, el abandono de cualquier programa. No somos abstencionistas. No somos apolíticos. Pero tenemos principios y nuestro compromiso no está con el poder y los de arriba.
Otra izquierda es necesaria y es posible. Una izquierda que se expresa política y partidariamente ligada íntimamente a la lucha de masas. Que construye un partido militante, no simplemente un partido para las elecciones. Un partido democrático porque incluye la expresión y discusión de propuestas políticas distintas en un marco común. Un partido que no oculta su propuesta socialista, al mismo tiempo que participa en la lucha cotidiana contra el neoliberalismo y por los derechos democráticos. Que participa, en consecuencia en el movimiento social y político orientado por una perspectiva proletaria. Que defiende la organización colectiva, solidaria y democrática de trabajadores y campesinos, en sus sindicatos y organizaciones de lucha. Un partido que se coloca siempre del lado de los más oprimidos. Que desarrolla un feminismo de izquierda que no implica simplemente el uso correcto del lenguaje, sino la liberación de las mujeres de toda opresión y discriminación, la conquista de todos sus derechos en acción unida con todo el movimiento de mujeres, pero defendiendo también una perspectiva de izquierda de no confianza en las instituciones patriarcales que son sostenidas por el capitalismo. Que defiende, expresa y contribuye a la organización de los pueblos indios en la lucha por su autonomía y su propio gobierno para la conquista de sus derechos, el respeto a su cultura, pero también a sus tierras, montes y aguas y la satisfacción de sus necesidades sociales. Que, en consecuencia, apoya e impulsa todas las formas de autoorganización y autogestión de las masas. Un partido que entiende su lucha por un mundo mejor, un mundo socialista decimos, no sólo en la acción, sino también en el debate ideológico, en la difusión de las ideas y el conocimiento, en la formación de cuadros políticos, en el combate al conservadurismo, al sexismo y la homofobia, por el respeto a la diversidad, por el desarrollo de la cultura y el arte para todos y todas y no sometido a criterios mercantilistas. Por una educación laica, científica y libre de prejuicios. Un partido con una visión internacionalista más necesaria que nunca en que la globalización ha implicado también la globalización de la lucha, no sólo en solidaridad con determinados movimientos, sino en torno a objetivos y demandas comunes. Un partido que no renuncia a sus derechos legales de expresión y organización, que participa en las luchas democráticas pero cuyo programa implica una transformación del conjunto, revolucionaria, de toda la sociedad.
Las bases para un reagrupamiento de izquierda.
El XI Congreso Nacional del PRT reafirmó la convicción de que la construcción de un instrumento de lucha como el antes descrito no puede alcanzarse rápidamente y como una sólida referencia nacional sobre la base sólo del desarrollo y crecimiento del propio PRT. En la crisis actual de todas las corrientes y formaciones políticas se van expresando tendencias, militantes y activistas que buscan recuperar o reencontrar una perspectiva y referencia de izquierda revolucionaria. Mucha gente hastiada de las prácticas sin principios de organizaciones y partidos que se dicen de izquierda van desarrollando una crítica similar a la práctica política hegemónica hoy en día. De la crítica a la propuesta alternativa, obviamente, todavía hay pasos que se requieren dar. Algunos intentan todavía recuperar o rescatar a sus organizaciones o partidos para una perspectiva de izquierda librándolas de aparatos y burocracias funcionales al sistema y que han abandonado todo límite ético. Pero la crisis actual de los partidos es también crisis de credibilidad de ese pensamiento y acción que se hizo hegemónico en los últimos años. Esa crisis se profundiza con el crecimiento de la resistencia al neoliberalismo y la recuperación de la acción y la lucha de los trabajadores y el movimiento popular en la calle, en la movilización y organización propia no centrada ya sólo en el voto y la acción parlamentaria.
Son las condiciones anteriores las que posibilitan una perspectiva de reagrupamiento político de la izquierda anticapitalista, revolucionaria, socialista. El XI Congreso Nacional le apuesta a esta perspectiva como un necesario instrumento de lucha. Las condiciones para el reagrupamiento probablemente implicarán pasos sucesivos y parciales y no un gran momento fundacional, por lo menos eso no parece a corto plazo. Es una perspectiva abierta en la que el PRT aprecia mucho las relaciones, colaboraciones, discusiones y acuerdos parciales que desarrolla con organizaciones, núcleos militantes y activistas en lo individual en varios terrenos. Nos proponemos desarrollar y profundizar estas relaciones políticas. Porque por todos lados se va desarrollando una conciencia sobre la necesidad de otra forma de hacer política y otras alternativas. Militantes en busca de alternativas de izquierda hacen una experiencia en movimientos sociales, en los movimientos contra la globalización neoliberal y capitalista, en organizaciones no gubernamentales que desarrollan definiciones y acciones políticas; movimientos y activistas luchando contra la impunidad y justicia para casos de represión, por la libertad de presos y desaparecidos políticos y contra feminicidios como el de Ciudad Juárez; hay también un fuerte movimiento juvenil contestario, crítico, desconfiado y repudiando las prácticas políticas hegemónicas en la "clase política"; se mantiene con dignidad y como una fuerte referencia para el movimiento indígena y el desarrollo de las Juntas de Buen Gobierno de Chiapas el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). El EZLN es también una referencia y una inspiración para movimientos contra la globalización capitalista en todo el mundo.
El llamamiento del PRT al reagrupamiento.
El XI Congreso Nacional del PRT considera que no es falta de militancia y activismo por parte de la izquierda lo que es su principal debilidad hoy en día. La principal debilidad tiene que ver con su expresión política, partidaria, como una necesaria referencia y alternativa frente a los demás actores políticos e intereses de clase hoy en juego. Coordinar y cohesionar nuestro activismo y militancia en una sólida referencia política que presente a las opciones de la izquierda como una alternativa global, nacional, política y no simplemente coyuntural, circunstancial, local o para un movimiento. Una alternativa frente al poder actual.
Para crear esa referencia política nacional sólida es que pensamos necesario y urgente el reagrupamiento de la izquierda anticapitalista. Seguiremos desarrollando experiencias conjuntas como las realizadas hace unos meses en el Encuentro de Izquierda Anticapitalista. Pero pensamos que es necesario dar pasos concretos, aunque sean parciales, en el sentido del reagrupamiento político militante. La experiencia de Convergencia Socialista, la agrupación política nacional, es un importante paso en ese sentido. Seguiremos apoyando el desarrollo y crecimiento de Convergencia Socialista como un espacio común de reflexión, elaboración y acción política de militantes de izquierda de orígenes partidarios distintos. También para la necesaria actualización y enriquecimiento del programa socialista. Pero seguramente pronto el marco de Convergencia Socialista no será suficiente.
Otros núcleos militantes nos plantean que para acelerar definiciones y ofrecer alternativas frente a los partidos actualmente reconocidos legalmente pero muy desacreditados por sus prácticas, iniciemos el esfuerzo por el registro de un nuevo partido político ante el Instituto Federal Electoral (IFE). Hemos dicho que no somos abstencionistas por principio. Tampoco ilegales o clandestinos por definición. Los partidos de la izquierda revolucionaria también deben tener sus derechos legales reconocidos. De hecho, nuestro Congreso Nacional reafirmó la decisión de notificar al IFE -de acuerdo a los plazos legales que se abren en enero- nuestra voluntad de contar con el reconocimiento legal como PRT.
Pero hacer los trámites para obtener el registro electoral, como nos proponen compañeros de varias organizaciones, es decir la afiliación y asambleas reconocidas por la autoridad electoral requiere también sopesar otras consideraciones políticas. En primer lugar, tomar en cuenta que las condiciones actuales para el reconocimiento de nuevos partidos son inequitativas (aún sin tomar en cuenta eventuales reformas más restrictivas). Porque el problema no es simplemente obtener el registro demostrando determinada afiliación (para lo cual se requiere una cantidad muy grande de dinero), sino refrendarlo en la siguiente e inmediata elección. Para esto último, los recursos con que cuentan los nuevos partidos son absolutamente desproporcionados en comparación con los de los viejos partidos. El sistema presume de democrático con la competencia de diversos partidos pero luego humilla a los que están condenados a no obtener el refrendo en la votación por esa inequidad señalándolos como "no viables electoralmente". Deberíamos simultáneamente exigir una reforma electoral que transforme radicalmente el actual sistema de partidos. El reconocimiento de partidos debería estar separado del tema del financiamiento y cargos de elección popular. La reducción del gasto electoral podría lograrse permitiendo que la propaganda de los partidos en televisión y radio fuera a cuenta del tiempo del estado y no como pago particular de los partidos con las concesionarias, en lo que aquellos gastan entre el 80 y 90% de sus recursos que podrían ser eliminados para reducir drásticamente el gasto y forzar al contacto político directo con los electores. Pero, por lo pronto, una reforma que disminuya la inequidad en el reconocimiento de nuevos partidos. Lo que parece difícil por el interés de los tres viejos partidos del sistema de mantener el monopolio de participación electoral.
Pero lo más importante es que un acuerdo de unificación en la perspectiva de la búsqueda de un registro electoral no debería ir separado del objetivo de un reagrupamiento de izquierda anticapitalista. Ciertamente, existe la opción de un acuerdo de funcionamiento federado de diversas corrientes de izquierda con un programa y definición muy generales que permita la expresión legal y electoral de todos. Pero aún para refrendar en la votación el registro legal tendrá mayores posibilidades una opción real y radicalmente distinta a los partidos actualmente reconocidos y no simplemente el de un partido pragmáticamente constituido como federación pero que no se distingue de prácticas y definiciones de lo que suele llamarse "centro-izquierda". En todo caso, en este terreno proponemos que la búsqueda de un eventual registro legal esté subordinado a un real reagrupamiento político y programático de izquierda radicalmente diferente a lo existente hoy en ese terreno. Y si el reagrupamiento ocurre realmente y se logra una presencia importante de la izquierda anticapitalista, ésta puede cuestionar desde una posición de fuerza el sistema electoral en crisis y deslegitimado (como lo muestra, entre otras cosas, el escandaloso nivel de abstención) y decidir que no participa en el terreno electoral con las actuales condiciones, pero ser una referencia obligada en la disputa por el rumbo del país.
Por todo lo anterior es que el PRT llama a participar en un proceso de reagrupamiento de la izquierda anticapitalista, revolucionaria y socialista en todos los niveles posibles. Como acuerdos de acción conjunta, de elaboración, reflexión y discusiones colectivas, de frentes, alianzas y acuerdos tendientes a la creación de un marco político y militante común. Sin contradecir este proceso de reagrupamiento, sino para mejor contribuir al mismo y entendiendo que se trata de un proceso con plazos y ritmos no determinados ahora, es que, al mismo tiempo, hemos iniciado una reorganización y relanzamiento del propio PRT. Núcleos militantes, organizaciones y cuadros identificados con el marxismo revolucionario deben ser parte central del proceso de reagrupamiento de la izquierda anticapitalista, pero también podrían sumar esfuerzos desde el propio PRT para desarrollar activa, creativa, organizada y concientemente aquel proceso. El XI Congreso Nacional del PRT ha sido un primer paso en esa dirección. La apertura, inclusión y respeto mostrados en sus trabajos, se mantendrán para contar con más camaradas necesarios en esta perspectiva. Los balances de nuestra historia reciente, de toda la izquierda, serán necesarios y podrán debatirse en las instancias y publicaciones adecuadas, pero la responsabilidad principal de la militancia revolucionaria se ubica en la acción política que las graves circunstancias actuales nos exigen.
El XI Congreso Nacional del PRT, sus militantes y simpatizantes, proponemos esta perspectiva. Si la resistencia continúa creciendo y un nuevo ascenso del movimiento de masas ocurre, estas tareas serán más fáciles. Nuevamente nadaremos con la corriente de ascenso que rompe rutinas, conservadurismos y anquilosamientos. Si la situación evoluciona más lentamente o en forma desigual o más complicada, nuestra propuesta será también más difícil y complicada. De todos modos es nuestra responsabilidad intentarlo. No hay otra opción que no sea el repliegue, la derrota o el abandono de la lucha. En vez de ello es que presentamos nuestra propuesta, llamamiento e invitación militantes.
Tianguistenco, México a 6 de diciembre de 2003.
XI CONGRESO NACIONAL DEL P R T